Las españolas y los españoles confiamos cada vez más en la cirugía estética para convertir nuestro cuerpo en lo que realmente queremos y a tal efecto encontrarnos cómodas y cómodos con él. ¿Qué hay de malo en eso? La cirugía estética ha recibido críticas a menudo desde diferentes sectores sociales. Críticas siempre mal fundadas y carentes de sentido, conocimiento o consideración. Es hora de reivindicar un derecho que tienen todas las ciudadanas y ciudadanos de este país: el derecho a ser felices con su cuerpo.
Lo que no se puede consentir es que se perpetúe la insatisfacción y la infelicidad de la gente. La celulitis, los kilos de más o determinados problemas corporales le quitan a las personas la confianza en sí mismas y las ganas de salir, divertirse e incluso de demostrar lo que realmente valen. ¿No es suficiente argumento como para defender un elemento tan valioso para recuperar dichas facultades como la cirugía estética?
El caso de mi amiga Bea es uno de los ejemplos que siempre pongo para defender una actividad como esta. Bea, cuando éramos más jóvenes, siempre había demostrado ser una chica extraordinaria. Era completamente autosuficiente: ganaba su propio dinero desde que con 16 años combinó trabajo y estudios. Además, confiaba plenamente en sí misma y nunca dudaba de una sola de las decisiones que tomaba. Tenía muy claro lo que quería en cada momento. Tanto que incluso había veces en las que nos asustaba.
Sin embargo, su mente comenzó a cambiar en cuanto pasaron los años y fueron llegando las primeras arrugas, las primeras patas de gallo y la celulitis. Bea, que siempre había intentado cuidarse al máximo, veía esto como una auténtica amenaza y a tal efecto, y de manera progresiva, empezó a dejar de salir los fines de semana y también comenzó a demostrar una faceta que hasta la fecha todos sus amigos desconocíamos: la de la Bea miedosa y vulnerable.
Preocupados por una situación así, comenzamos a pensar en alguna alternativa que le pudiese servir a nuestra amiga para recuperar su tradicional autoconfianza. Desde el primer momento vimos en alguna clínica de cirugía estética una posibilidad más que probable, pero desconocíamos si Bea realmente quería someterse a uno de esos tratamientos o si, simplemente, disponía del dinero necesario para ello.
La solución a estos interrogantes llegó de la mano de Artestética, una clínica dedicada a eliminar determinados problemas corporales con los tratamientos más modernos y efectivos de la actualidad. Simplemente por curiosear visité su página web e hice acopio de los precios a los que se ofertaban tratamientos para paliar problemas como la celulitis o programas de revitalización y tensado facial. Eran precios bajos y que Bea podría asumir sin ningún problema.
El necesario cambio en la vida de nuestra amiga
Le trasladé la propuesta y solo con mirarle a la cara me di cuenta de lo que Bea estaba pensando. Se trataba de la oportunidad que había estado esperando durante tanto tiempo. Una oportunidad que le era vital para recuperar todo lo que un día había tenido y que en algún momento había perdido: su vitalidad, sus ganas de pasarlo bien, su confianza plena en cada una de sus decisiones.
No hizo falta que yo tratara de convencerla para que se pusiera en contacto con los profesionales de Artestética. Ese mismo día llamó por teléfono a dicha clínica y formalizó una primera consulta que, por cierto, era gratuita. Era el primer paso para conseguir una nueva vida. Una vida que tuviera muchas cosas en común a su etapa anterior, cargada de vivencias y experiencias inolvidables tanto con su familia como con nosotros, sus amigos.
Aquella decisión fue la mejor que Bea ha tomado en mucho tiempo. En apenas unos meses sus defectos físicos fueron minimizados de una manera extraordinaria: la celulitis era mucho menos evidente y sus problemas con las arrugas y las bolsas en los ojos, igual. Bea recuperaba así todas esas facetas positivas que un día había tenido y se convertía así en el ejemplo fehaciente de que la cirugía estética puede hacer feliz a las personas.