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‘Aquí no hay quien viva’

Si viviéramos en una burbuja, no tendríamos problemas con nadie, pero como somos seres sociales nos tenemos que comer el musicote del chaval del tercero, el olor a fritanga de los del segundo y las discusiones entre la madre y la hija del primero. Por si fuera poco, ellos también te tienen que aguantar a ti, muchas veces sin tú saberlo. La última ha venido por la instalación de un precioso toldo de Toldos Clot que compré hace un par de semanas.

Pero veamos de lo que os hablo. Soportar las manías y costumbres poco agradables para la convivencia entre vecinos es algo que a mucha gente se le da mal y no aprende nunca. De hecho, muchas de las quejas vienen de señores mayores. Y podríamos pensar que ya con 80 años se habrán habituado a vivir rodeados de otra gente, pero no, todo apunta a que empeoramos con el tiempo.

Lo peor de esta situación es que, como en una relación amorosa, hay algo que ata a los vecinos llamado Comunidad y que en muchas ocasiones viene precedido por una larga historia de desencuentros, tropiezos, malentendidos y rencillas sin solucionar. Esto dificulta la convivencia y el día a día de todos los implicados.

Hace años nos pusimos de acuerdo para comprar toldos y así dejar el edificio la mar de bonito con un estampado uniforme que cubra la fachada en los días de calor. No es algo tan sencillo. Elena y Javier son unos modernos que optan por un estampado setentero que nada tiene que ver con lo que ronda la cabeza de Mari Carmen, la cual recuerda los estampados de los manteles de la casa de su madre, y por esas moderneces no pasa. AL final me cansé y compré mi toldo favorito de mi empresa favorita, la de Toldos Clot, la cual recomiendo porque trabajan super bien, ¿y qué pasó? Pues que ya teníamos el lío montado.

Las reformas conllevan ruido y ya bastante les llega a los vecinos con la guitarrita de por la tarde, los llantos del bebé por las noches y los gritos antes comentados de la madre y la hija del primero como para meterse en camisa de once baras que incluyan martillazos y otros golpes, porque Fernando el del quinto quiere comprar electrodomésticos nuevos y, de paso, tirar ese tabique tan molesto. ¿Es que no se da cuenta de que Laura trabaja por las noches y duerme de día?

Otra ocasión poco agradable de vivir en una comunidad es la reforma de la fachada de un edificio o, peor aún: las reformas de tejados para que no les llueva a los del sexto, que tienen goteras y van a tener que pagar todos, los del segundo que están en paro incluidos. Esto es la repera, y la serie ‘Aquí no hay quién viva’ no le llega a la suela de los zapatos a toda esta locura que quieren montar en el edificio.

Al final, los únicos cambios que no conllevan discusiones en los rellanos ni malas caras son los cambios decorativos que cada uno decide llevar a cabo en su propio piso, fuera de la vista de los vecinos. Por ejemplo, puedes visitar tiendas de armarios y comprarte uno nuevo sin que nadie se entere ni proteste por ello. Lo más parecido a la libertad en un edificio, ¿verdad? Menos mal que en algunas ocasiones se puede recurrir a los administradores de fincas para que medien entre los vecinos.

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