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El Premio Herralde de Novela habla español

En España sabemos hacer las cosas bien. Aquí nacieron la fregona, el futbolín, el mayor imperio textil del mundo, fábricas de coches, las cocinas hechas a medida de Alvimodul… Y también es la cuna de las letras en castellano, con Miguel de Cervantes a la cabeza y con éxitos actuales como los de la nueva Premio Planeta Dolores Redondo o el súper ventas Carlos Ruiz Zafón, que acaba de publicar el libro que cierra la trilogía que abrió con la sombra del viento. Pues bien, el Premio Herralde de Novela habla también castellano.

Y es que el jurado compuesto por Salvador Clotas, Paloma Díaz-Mas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde seleccionó las cinco novelas de las 512 presentadas al Premio Herralde de Novela, convocado por Editorial Anagrama y dotado con 18.000 euros, y resultó ganadora No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos (presentada bajo el seudónimo de Somiatruites), así como fue finalista Amores enanos de Federico Jeanmaire (presentada bajo el seudónimo de Lidio Vizca y el título Santa Eliana).

El ganador, Juan Pablo Villalobos (México, 1973), ha investigado temas tan dispares como la ergonomía de los retretes, los efectos secundarios de los fármacos contra la disfunción eréctil o la excentricidad en la literatura latinoamericana de la primera mitad del siglo XX.

“No voy a pedirle a nadie que me crea”, nos advierten con frecuencia los distintos narradores y personajes de esta historia, No voy a pedirle a nadie que me crea, en la que lo corriente se transforma en un delirio sin que uno sepa muy bien cómo, en la que lo raro acaba siendo normal y en la que no podemos hacer otra cosa que reírnos, porque todo es hilarante, cotidiano y surrealista a la vez, como la vida misma.

Todo empieza con un primo que ya de chico apuntaba maneras de estafador, y que ahora mete al protagonista (un mexicano que viaja a Barcelona acompañado de su novia para estudiar literatura, y que además se llama como el autor de la novela) en un lío monumental: un negocio de alto nivel que convierte su estancia en la ciudad en una especie de novela negra de humor también negro, una de esas que a él le gustaría escribir.

Por estas páginas desfila una variopinta fauna de personajes impagables: mafiosos peligrosísimos (el licenciado, el Chucky, el chino); una novia que se llama Valentina y que lee Los detectives salvajes y está al borde de la indigencia y no se entera de nada; una chica llamada Laia cuyo padre es un político corrupto de un partido nacionalista de derechas; un okupa italiano que se ha quedado sin perro; un pakistaní que simula vender cerveza para no levantar sospechas… Y para complicarlo todo un poco más aparece una segunda Laia, que es mossa d’esquadra y pelirroja; una perra que se llama Viridiana; una niña que recita versos de Alejandra Pizarnik y hasta la propia madre del protagonista, melodramática, orgullosa y chantajista como en una buena telenovela mexicana.

Juan Pablo Villalobos escribe como actuaba Buster Keaton: te arranca la carcajada manteniéndose impávido, sin mover un músculo. En sus anteriores novelas ya había ido construyendo un mundo propio con personajes entrañables y excéntricos a los que les sucedían cosas extrañas y divertidísimas. Y ésta lo consagra como un escritor imprescindible. En ella, y a través de la odisea de un hombre normal que se ve envuelto en peripecias de lo más rocambolescas, nos habla de la realidad y la ficción, o sea de la importancia de la literatura en nuestras vidas, y del papel fundamental del humor.

La novela finalista, Amores enanos, de Federico Jeanmaire

Amores enanos es una enorme fábula sobre las dificultades que tenemos los seres humanos para convivir con los demás seres humanos. Y, sobre todo, para lograr ser felices junto a ellos. Pero también es una novela acerca del amor y el sexo y la soledad y la incomunicación. Una historia desopilante en la que el lector no puede parar de reír. Un disparate mayúsculo. Y un drama que, entre risas y lágrimas, se resolverá justo al final, en las últimas líneas de la última página. Una pequeña y enorme fábula. Parecida a sus dos protagonistas.

Milagro y Perico trabajan de enanos en un circo que un buen día cierra sus puertas por falta de espectadores. Entonces, deciden comprar un terreno, quedarse a vivir cerca del mar y, en un inesperado golpe de fortuna, se convierten en los strippers más famosos de la pequeña ciudad vecina. De buenas a primeras, son ricos. Y aprovechan ese dinero que les cae del cielo para construir un barrio cerrado en el que sólo se permiten enanos. Sin embargo, no todo serán alegrías. La irrupción de una altísima y bella periodista, Eliana, trastocará para siempre la vida de la comunidad.

Narrada desde la complejidad de medir poco más de un metro en medio de una sociedad que está diseñada para hombres y mujeres con muchos más centímetros de estatura, Amores enanos es una suerte de espejo que deforma aún más si cabe las tristes deformidades del mundo actual. Un texto que nos obliga, como lectores, a mirarnos desde otro lugar: un lugar bastante diferente del lugar desde el que solemos mirarnos.

Federico Jeanmaire (Baradero, Argentina, 1957), su autor, es licenciado en Letras, profesor universitario y especialista en El Quijote. Como novelista ha obtenido premios muy importantes en su país, como el Rojas, el Emecé y el Clarín.

 

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