Cuando en España hablamos de castillos humanos nos referimos a lo que se denomina en lengua catalana los “castells”, algo muy emblemático de la comunidad catalana, ya que es tradición y es cultura. Es tradición porque de los primeros que se tiene referencia escrita datan del siglo XVIII y se construían o se practicaban como parte de las fiestas locales. Y es cultura porque con fecha del 16 de noviembre de 2010 fueron declarados por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, siendo la localidad de Valls, en la provincia de Tarragona, la que está considerada como la cuna de los castells. Además, en el suelo de su plaza Mayor está colocada una placa que simboliza el kilómetro cero del universo casteller.
En esta población se inicia cada año la temporada anual de los castillos con la Fiesta Mayor de San Juan, que se celebra el 24 de junio, finalizando en torno al mes de noviembre. Eso no impide que fuera de estas fechas también se levanten, pues forman parte de las fiestas de cada uno de sus pueblos. Es raro el turista que visita Cataluña y que no se encuentre en alguna de sus plazas más emblemáticas con la construcción de alguno de estos castells, o incluso que paseando por sus calles no pase por delante de alguna asociación que este ensayando. Recuerdo la última que vez que visité Barcelona, estábamos alojados en uno de los hoteles de la cadena de lujo Mercer, un excelente y modernísimo establecimiento, y el domingo por la mañana, paseando por la ciudad, nos encontramos una actuación en la plaza de Gaudí.
Los castells viene a ser como la construcción de una torre humana de varios pisos, formada por una base donde se sitúa un número elevado de personas, que son las que proporcionan la estabilidad, la sujeción, la fuerza y el apoyo que se necesita para los pisos o las alturas que se vayan formando. Estas personas se colocan en círculos concéntricos unidos unos a otros para hacer más sujeción y fuerza. Incluso parte del público puede participar en esta formación. El primer piso, puede estar formado por dos, tres o cuatro personas colocadas encima de los hombros de los de la base, el segundo piso, igual, y así sucesivamente. El número de pisos y el número de personas que formen cada uno de ellos, así como que necesiten menos refuerzos, es lo que determina el grado de dificultad del castell. Estos pisos o alturas son lo que se denomina tronco, y es la parte más visible y espectacular de la formación, puesto que se necesita mucho equilibrio y fuerza para mantener el castillo en pie.
Finalmente esta estructura normalmente la corona, por su poco peso, un niño o una niña que sube reptando por el cuerpo de las personas que forman los pisos. Este, una vez alcanzada la cima, con los dos pies encima de los hombros del último piso, levanta la mano y se da por rematado el castillo.
Los castillos los forman hombres y mujeres, de distintos pesos y complexiones físicas, y a pesar de su espectacularidad es una tradición muy segura, pues en toda su trayectoria apenas han ocurrido accidentes importantes.
El mejor castell
En el año 2015 se consiguió levantar el mejor castell, con diez alturas formadas cada una de ellas por cuatro personas. Es una tradición que a pesar que haber tenido durante su recorrido épocas de mayor o menor gloria, actualmente está muy en auge en toda Cataluña y cada vez surgen más asociaciones en las que se integran hombres y mujeres de todas las edades, incluso niños y niñas.