¿Cuántos ancianos conoces viviendo solos o con sus hijos? Probablemente la mayoría de los señores mayores de tu entorno. Y es que en España el valor de la familia está tan arraigado que, en ocasiones, puede llegar a parecer medieval. Cuando empleo el término ‘medieval’ no lo hago con intención de menosprecio de la tradición familiar, sino como un valor tremendamente instaurado en nuestra sociedad que, quizá, no deja ver otras opciones de vida perfectamente válidas para la tercera edad.
Nuestros mayores suelen vivir con sus familias, pero muchos de ellos se acercan a residencias para encontrarse con otros ancianos. Existen residencias geriátricas en Barcelona como Benviure (ciudad que tomaremos como referencia en estas cuestiones por su gran avance en el tratamiento de cuestiones sociales) en las que los internos reciben un gran número de visitas por parte de familiares y amigos de edades similares que se unen a las actividades públicas que en estas residencias se ofertan.
Muchos son los mayores que acuden a clases de escritura, pues hay muchos que no saben – o no recuerdan- cómo se escribe. De hecho, la población analfabeta en España se concentra mayoritariamente entre la tercera edad. Otra actividad popular es la clase de canto, que muchos centros ofrecen de forma colectiva para que se relacionen los habitantes de las residencias con sus amigos que viven con la familia.
Esta aceptación por parte de nuestros mayores implica que ellos mismos ven como algo perfectamente viable el hecho de vivir en una residencia. Quizá nuestra cultura y nuestros valores excesivamente tradicionales nos nublan la vista y no nos permiten llegar a la conclusión de que, al igual que a los jóvenes nos gusta divertirnos con jóvenes, a los mayores les gusta rodearse de personas de su edad y hacer actividades acordes con sus condiciones físicas, mentales y, por supuesto, con sus gustos y costumbres.
Otro aspecto todavía de camino, pero cada vez más típico, es la valoración de las residencias de alzheimer en Barcelona como alternativa al cuidado continuo por parte de los familiares. Esta práctica no implica el abandono familiar. En absoluto. Los amigos y familiares pueden visitar al paciente siempre que quieran y viceversa.
Puede que tangamos mucho que aprender todavía.