Siempre he sabido que en cuestión de prejuicios en España íbamos mucho más atrasados que otros países compañeros europeos, aunque Rusia se lleva la Palma (aunque no tengo muy claro si a Rusia se le puede considerar europea porque está ahí en medio, como el jueves, y no se lleva bien ni con Asia ni con nosotros así que a veces pienso que ahora mismo es un país aislado del mundo, aunque con mucho poder, demasiado en mi opinión).
Pero el caso es que hay algunos temas en los que me da la sensación de que España es ese niño de la clase que cuando escucha la palabra “bragas” se sonroja, el adolescente al que intentan enseñarle educación sexual y no para de reír y gastar bromas absurdas, y el adulto lleno de prejuicios que prefiere pensar en ciertos temas como “tabúes” antes que hablar abiertamente de ellos. Y mientras, en Noruega, Alemania, Francia y Reino Unido nos sacan ventaja, muchísima ventaja.
Un ejemplo
Hace unos meses conocí a una pareja inglesa muy divertida, jubilada, que residía ahora mismo en Sitges, en una casita de veraneo la mar de coqueta en la que recibían a sus hijos y nietos cuando venían a visitarlos a España. El hombre, de 63 años, iba en silla de ruedas y le costaba horrores intentar caminar y, a pesar de que no tiraba la toalla porque sabía que en el momento en el que lo hiciera perdería la poca fuerza muscular que le quedaba, prefería gastar sus esfuerzos en las clases de rehabilitación y descansar mientras pudiera.
El caso es que era un matrimonio súper divertido, chapurreaban el español como podían y me estuvieron contando todas las cosas de las que se habían enamorado en España y, por las cuales, querían pasar sus últimos año de vida aquí. Me hablaron de la playa, del sol, de las tapas y de la costumbre de irse de cañas pero también me hablaron, sin tapujo ninguno, de todo lo que habían ganado en su vida sexual gracias a Maite Domènech, una experta en tantra que les había enseñado a ser funcionalmente activos en la cama a pesar de su discapacidad.
Me estuvieron contando que hace varios años se pusieron en contacto con los abogados de invalidez.es para poder arreglar su situación aquí en España, ya que el seguro que tenían en Inglaterra cubría la rehabilitación de Michael en su país de origen pero no aquí, y estaban teniendo problemas para solucionarlo todo. Estando en el despacho de abogados conocieron a un hombre de unos 50 años, inválido de cintura para abajo que estaba mucho más grave que él y que asistía a las clases de Maite Domènech junto a su mujer porque quería recuperar la intimidad que tenía con ella y, al parecer, lo estaba consiguiendo. Eso fue lo que les animó a probar el tantra y ahora mismo no lo cambiarían por nada.
Sin embargo, esta situación pensada en una pareja de jubilados española no termino de verla. Me imagino a mis padres que están en una edad muy similar, intentando recuperar su intimidad acudiendo a clases de tantra y me da la risa. Puede que mi madre sí se animara pero para convencer a mi padre haría falta una grúa que lo levantara en peso, contra su voluntad, y que le empujara a probar las clases de Doménech.
Obviamente soy consciente de que hay muchas clases de personas, más abiertas y cerradas de mente, y que es posible que ese matrimonio inglés fuera de mente muy abierta y por eso nos contaban esas cosas con tanta naturalidad pero, si os soy sincera, soy de las que piensa que, de manera generalizada, nuestra sociedad está mucho más atrasada en esos temas que otras. Tal vez, si nos fijamos sólo en los jóvenes, la cosa se equipare un poco más pero pensando en otras generaciones realmente creo que nos hemos quedado muy atrasados. Hay quien dice que es por culpa de la dictadura pero yo creo que ya ha habido tiempo suficiente como para superar eso así que probablemente es, simple y llanamente, culpa de nuestra cultura.