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El amor en tiempos de Tinder

Tradición, cultura, necesidad… el amor ya no es lo que era, ni sabemos lo que fue en realidad. Tal vez, solo sea una muestra mas de condicionamiento social en el que la propia sociedad, nos sume. Como fuere, el amor esta ahí, esperando a ser encontrado. Al menos eso nos gusta creer. Empezando por querernos a nosotros mismos, para poder querer a los demás. Tópicos y típicos aparte, la forma de quererse, ha cambiado a lo largo de nuestra existencia.

Uno de los aspectos que más hacen ver ese cambio, ha sido la forma de entablar esas relaciones, supuestamente, amorosas o sentimentales. La búsqueda de la media naranja, ya no se hace en el circulo social inmediato, ni siquiera en lugares donde alternar con otros congéneres, conlleva la búsqueda de pareja. El ligoteo como era conocido, ha pasado a ser virtual.

Ahondando en estas cuestiones, nos hemos encontrado con Geminis, una agencia matrimonial a la vieja usanza en pleno centro de Valencia. Estos cupidos del siglo XXI, aseguran que han sufrido un revival gracias a las nuevas tecnologías. ¿Cómo? Sencillamente, todavía quedan personas que buscan el amor sin artificios. Desencantados y desencantadas por lo que ofrecen las redes sociales, algunos románticos y románticas perpetuos, prefieren conocer a alguien real de forma, más o menos, tradicional.

Las agencias matrimoniales, siguen vigentes. Al lado de la discreción y al servicio de los fieles al sentimiento real que buscan establecer vínculos fuertes con su pareja. Este concepto del amor, resulta difícil de encontrar. Los tiempos han cambiado, la percepción del mismo, es totalmente diferente. No sabemos si se busca el amor, o la mera compañía basada en la diversión. Poca profundidad de sentimientos, vínculos fácilmente fracturables y libertad a espuertas. Todo vale cuando se trata del amor… en las redes sociales.

¿Tinder? No, gracias

Esta app es quizás la más utilizada en la actualidad. No es la única, no es la primera y tampoco, será la última. Todos sabemos como funcionan estas aplicaciones con complejo de Cupido que aciertan con su flecha una vez de cada… pocas. Hacer diana, hacen, pero el resultado en la mayoría de los casos, suele ser una herida a corazón abierto. El fraude esta presente de forma notable en todas estas aplicaciones que aseguran que en ellas, encontrarás a tu media naranja. Realmente, no hay que ser muy hábil para entender que la mayoría de los usuarios, solo buscan entretenimiento puntual, pasar el rato y poco más. Eso sí, haciendo alarde de lo que no se es durante el tiempo necesario para conseguir su cita. Una vez, se conoce al match en cuestión, se pierde el interés, ya sea porque no cumple las expectativas o porque la motivación por la cita era hacer alarde de la conquista.

Siempre ha habido ligones y ligonas, seductores y seductoras. No es una novedad. En toda pandilla, existía el picaflor de turno o la rompecorazones que traía a todos de calle. La diferencia reside en que antaño, conocías a ese picaflor o a esa rompecorazones. Los veías venir y sí, te engatusaban con palabrería, con artes de seducción adolescente o lo que fuera, pero el engaño quedaba en esa superficie. Podías caer en la trampa, obviamente, el amor te hace esas malas pasadas. Sin embargo, esa fase de aprendizaje sentimental, era algo por lo que se pasaba de forma natural.

Ahora, esa fase se perpetua. Gracias a las tendencias sociales, a la promiscuidad que se permite merced a la libertad que profieren estas aplicaciones y las redes sociales, en las que, una inmensa mayoría, finge ser lo que no es, para atraer likes, y con ellos, el “amor”. A grandes rasgos, porque existen excepciones, no todo el mundo utiliza estas aplicaciones de mala manera, el mercadeo sentimental, es la tónica de las redes sociales. Nada genuino, todo artificioso.

Sin embargo, para gustos los colores. Hay quien se siente muy cómodo o cómoda pasando de flor en flor, buscando, probando, experimentando. Para este perfil, aplicaciones como Tinder o paginas de contactos al uso, son la panacea. En este mar que se ofrece merced a las redes sociales, se mueven muchos intereses sentimentales comunes. Como todo vale, quien se sienta como pez en el agua, que nade en el cibermundo en busca de la pareja del momento.

Para los que aun crean que el amor es algo más que postureo y busquen sentimientos genuinos, crear lazos y vínculos con personas especiales y afines, aunque pueden encontrarlo en redes sociales, la tradición analógica, sigue vigente, aunque resulte vintage.

 

¿Agencia matrimonial? Tal vez

Las agencias matrimoniales son el relevo generacional de las antiguas celestinas. Alguien vio un día el negocio y la posibilidad y decidió, unir personas. A la vieja usanza, eso sí. Existen, todavía, existen. Por difícil que resulte creer, esta suerte de Meetic de la era analógica, permanece y lo hace fiel a sus principios: la discreción. Lo opuesto a las redes sociales donde todo es de dominio público.

Resulta sorprendente los datos que avalan, actualmente a las agencias matrimoniales. Los diferentes perfiles de clientes con los que cuentan y sobre, todo que haya entre ellos, jóvenes de veinte y pocos años. Lo que buscan las personas que acuden en busca de pareja son aquellos y aquellas que quieren encontrar pareja seria, formal, que se aleje de lo que ofrecen las redes sociales donde se busca pareja ocasiona. Ratifican entonces el hecho de que las redes sociales, no están para encontrar el amor si no el rollo de una noche o dos.

Parece ser que el público objetivo de las agencias matrimoniales, es el que huye del desencanto que ha generado en sus vidas, la búsqueda de pareja online o vía app. La inmensa mayoría, acuden tras su decepción en las redes sociales, aunque un pequeño porcentaje, se decantan por las agencias matrimoniales como primera opción. En este caso, se trata de personas que rechazan de plano la exposición pública que supone integrarte en esas redes sociales.

Otro aspecto que ha ido evolucionando con el paso de los años, es el perfil que se busca para enamorarse y las pretensiones que se tienen sobre la pareja como institución. Mientras que hace unas décadas, se pretendía una relación sólida, basada en el compromiso y con una finalidad clara como el matrimonio y la creación de una familia, actualmente, se busca el amor. Sin más. Compañeros o compañeras de vida, con los que establecer un vinculo fuerte y sano, pero sin esta finalidad tan solemne. El matrimonio al uso, esta en un claro declive.

En este sentido, la exclusividad que supone contratar los servicios de una agencia matrimonial, mal llamada en los tiempos que corren, todo sea dicho, ofrece una serie de garantías que las app, no ofrecen. Pagas unos honorarios, si, pero los perfiles que vas a encontrar en su catálogo, del que a su vez, vas a formar parte, están totalmente verificados. Al contrario de los filtros que existen en la red, aquí, el filtro, es una persona que va a determinar si pasa el corte o no.

Nada de estadísticas. Cara a cara. Entrevista personal como si de una oferta de empleo se tratara y a postular como candidato o candidata. La mayoría de estas agencias, se aseguran de que sus clientes, cuenten con todas sus facultades psíquicas intactas, estén predispuestos a encontrar a su media naranja y no se anden con engaños. Esto no quiere decir que el cruce de datos, sea más o menos eficaz. Al final, es cuestión de conocer a la persona que te pongan delante y ver si salta la chispa.

Lo mejor, lo de siempre

Lo habitual es buscar en la red, lo inusual apuntarse a una agencia matrimonial. Lo mejor, la tradición. ¿Qué mejor manera de encontrar el amor que a la vieja usanza? Lejos de tanto filtro, postureo o entrevistas. Conoces a alguien de toda la vida y de repente, ves a esa persona de otra manera, un compañero o compañera de trabajo, de clase, o el dependiente de la panadería con el que siempre cruzas alguna mirada entre broma y broma.

También es valido salir de ligoteo con los amigos y amigas y encontrar en una noche loca el amor de tu vida. Pero siempre de vis a vis, sin máscaras, sin celestinas. No cabe duda de que las redes sociales ayudan a conocer a mucha más gente y sin moverte del sofá, descartar a unos y otras. Sin embargo, falta la esencia. El hablar cara a cara con esa persona, e ir profundizando para conocerse. Nada como ver si surge esa chispa de la nada o se fragua a fuego lento.

Los tiempos cambian. La forma de entender la vida también y con ello, la forma de relacionarse. Aun así, hay algo que permanece fiel al sentimiento humano, buscar el amor. Alguien afín a ti, a quien querer y que te quiera para pasar, si es posible, toda una vida juntos o cuanto menos, el mayor tiempo posible.

Siendo así, da igual si encuentras a esa persona en una red social, en aplicaciones o páginas de contactos, agencias matrimoniales o, a la vieja usanza.

 

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