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Liberación de las comunicaciones

Los que crecimos en los noventa, tenemos recuerdos muy diferentes de lo que eran las comunicaciones. Los teléfonos móviles eran cosa del futuro o de películas de ficción en las que los ricos, podían utilizarlos. Para nada eran teléfonos como los que conocemos ahora, en la su mayoría eran aparatos de tamaño muy grande, semejante a un walkie talkie, aparatosos y solo aptos para gente pudiente. Por aquellos tiempos, en España solo existía una compañía de telefonía, llamada Telefónica, no podía ser de otra manera que la compañía telefónica estatal se llamara Telefónica per se, debía parecer el no va más. Independientemente de lo original que nos resultara y resulte el nombre, tenia el monopolio y prestaba servicio a todos los interesados en adquirir una línea de teléfono.

Lo normal era disponer de un teléfono fijo en casa, algunos privilegiados contaban con dos aparatos e incluso algún teléfono inalámbrico y, era muy habitual hacer uso de las cabinas telefónicas. Aparatos a disposición del ciudadano que funcionaban previa introducción de monedas, algo arcaico y totalmente extinto en nuestra sociedad. Existía un monopolio que se rompió mediante la liberación de las telecomunicaciones a finales de la década. Apuntando al nuevo siglo, la aparición de la telefonía móvil para todos (dejaba de ser una cosa del futuro o gente pudiente), terminó con la primicia de la compañía de telefonía estatal para abrirse a un mundo de opciones. Gracias a esta liberación del servicio, se hizo posible que con el paso de los años, surgieran o pudieran crearse otras compañías de telecomunicaciones como Oroc.

La historia de la telefonía dio un giro radical con la introducción de los teléfonos móviles que, por si fuera poco, podían utilizarse sin necesidad de hacer un contrato. La tarjeta de prepago, abría de par en par, las puertas de las comunicaciones, posibilitando que todo el mundo pudiera disponer de un terminal. Telefónica seguía teniendo la exclusiva y, a todas luces seguirá siendo así durante mucho tiempo, sin embargo, la competencia fue creciendo y se pasó, de una rival británica como era Airtel, actualmente Vodafone y la desaparecida Amena (aunque ha intentado reinventarse), a las incontables compañías que existen hoy. Sin duda alguna, la liberación de las telecomunicaciones, supuso un antes y un después en el sector y, por supuesto en la sociedad española.

Sector dinamizador de la economía

En nuestro país, pocos sectores han experimentado transformaciones tan importantes y significativas como lo ha hecho el sector de las comunicaciones. La revolución que supuso la aparición de la competencia, no se quedó en una mera cuestión de números. Verdaderamente, la transformación supuso mucho más como podemos comprobar en el resultado que no es otro que lo que vivimos en la actualidad.

A lo largo de este cuarto de siglo, el desarrollo de las telecomunicaciones ha impactado con fuerza en varios de los pilares que sostienen la economía española. Sin ir más lejos, el producto interior bruto se estima en miles de millones de euros, constituyendo uno de los más importantes motores de la economía que cuenta con la inversión en infraestructura como dinamizador de la misma. Así como la adquisición y fusión de las diferentes compañías y operadoras, revitalizan el crecimiento del sector que, irremediablemente, aumenta exponencialmente.

En el momento actual, inmersos en la transformación digital, la inversión en infraestructuras por parte del sector de las telecomunicaciones, se convierte en el eje central de su evolución. La infinidad de datos que se manejan, gestionan y transmiten, requiere de un despliegue tecnológico y legal que constituye una apuesta constante por la innovación. De tal manera que las infraestructuras adecuadas para la tecnología 4G van quedando obsoletas en aras de la 5G que no tardando mucho, dará paso a la sexta generación. Para culminar toda esta inversión de manera exitosa, hay que crear al mismo tiempo, un adecuado marco legal que proteja a los usuarios, debido a toda la información que se utiliza.

Si a todo esto añadimos que las personas constituyen el eje de crecimiento de este sector, nos damos cuenta de lo que supuso la liberación de las telecomunicaciones a finales del pasado siglo. La fuerza laboral necesaria para poder mantener en marcha el motor económico que supone el sector de las telecomunicaciones, no queda exento de la transformación digital. A parte de que los diferentes operadores, en su claro objetivo de ganar mayor cuota de mercado, persiguen la fidelización de los clientes ofreciendo cada vez mayor innovación, mejor tecnología y, por supuesto servicios tan personalizados como sea posible.

De manera más que evidente, la evolución del cliente ha sido palpable. Pasando de clientes encorsetados en el consumo de productos de telefonía fija, ofertados por una sola compañía, a consumir productos convergentes y empaquetados como los teléfonos móviles. Las principales razones de dicha transformación, son el efecto que produjo la sustitución de la telefonía fija por la móvil, la posterior masificación del uso de teléfonos inteligentes y el gran incremento en el consumo de datos. Dentro de este contexto, se ha venido experimentando una evolución de las propias tarifas, observando una clara y significativa reducción de los precios. Algo que a los clientes, encanta. Esta evolución en la facturación ha conllevado la desaparición de servicios tan poco queridos como las cuotas de línea o la permanencia y la aparición de ofertas de telefonía fija y banda ancha, entre otros servicios diversos.

Una transformación sin precedentes

En consecuencia, podemos decir que la liberación del mercado, su consecuente inversión en infraestructura y el incremento de la banda ancha, procuro en el país una respuesta comercial por parte de los operadores que derivó en una oferta de nuevos productos destinados a atender la demanda de conectividad entre los clientes.

Quedaron atrás la tarificación por minutos, los horarios de llamadas, las ofertas a números frecuentes, las tarifas de datos vinculadas a los minutos de voz o el servicio de televisión de pago por paquetes. Ahora, se puede acceder a todo ello a través de un producto convergente y empaquetado que supone un ahorro en los costes.

Todos estos cambios, a mejor, han supuesto una transformación del sector que parece no tener fin. Desde el punto de vista comercial, los productos convergentes y empaquetados como los que ofertan las diferentes operadoras, responden a una necesidad del cliente. A esto hay que añadir que suponen una clara apuesta por parte de las compañías para fidelizar a sus clientes, desarrollar una excelente experiencia de usuario, asistencia y formación digital, de manera simultánea.

Si volvemos nuevamente la vista atrás, este cambio que supuso la liberación de las telecomunicaciones, comenzó hace ya tres décadas. Cuando en el año noventa y tres, la Comisión Europea acordó que los países miembros de la Unión Europea tenían que dar cabida a la competencia del sector. Si bien durante los primeros años, los diferentes operadores aparecían con cuentagotas, en el año dos mil seis, el mercado sufrió un boom que se convirtió en uno de los hitos de la transformación.

A lo largo de la pasada década, las fusiones, adquisiciones, compra venta y toda suerte de negocios en el sector, ha dado como resultado, la consistente red de telecomunicaciones que conocemos en la actualidad. Si de inicio contábamos con Telefónica, en el año noventa y cinco, Airtel entró a operar y tres años después Amena se hace un hueco dentro de la telefonía móvil, hoy, estas grandes operadoras, se han convertido en Telefónica, Vodafone y Orange. En ellas tienen cabida el resto de operadoras de menor envergadura y que ofrecen los mismos servicios, en muchos casos, a menores precios.

Realmente, los grandes hitos que han marcado esta transformación en el mundo de las telecomunicaciones son la liberación del sector, la llegada de la telefonía móvil, la explosión del ADSL seguida de la fibra y la aparición de los operadores móviles virtuales. Al mismo tiempo la evolución tecnológica que abarca la digitalización, han supuesto el hito más relevante de todos, pues con toda probabilidad de no haber existido tal revolución digital, la liberación de las comunicaciones hubiese quedado en una mayor oferta y demanda de servicios de telefonía como tal.

Sin embargo, debido a este último hito, la telefonía ha ido un paso (o dos o tres) más allá, ofreciendo todo tipo de servicios que se alejan de la mera línea telefónica. No en vano, las líneas como tal, han dejado de existir, siendo todo virtual e impalpable.

En resumidas cuentas, de la telefonía analógica poco queda por no decir nada. Aquellos teléfonos que se conectaban a un cajetín han ido perdiendo su lugar en nuestras vidas; aquellas facturas que podían variar de un mes a otro de manera notable y venían limitadas en franjas horarias para controlar el gasto; o aquellas cabinas telefónicas que podías encontrar en las calles y utilizar en caso de necesidad han caído en el olvido. Para los más jóvenes, eso es algo del pasado que ni siquiera sabrían utilizar. Las comunicaciones han cambiado, la liberación ha sido tan absoluta que ya no utilizamos los teléfonos para hablar, los utilizamos para escribir, leer, ver y escuchar contenidos o como cámara fotográfica… Al final, los aparatos también se han liberado saliendo del corsé que solo les permitía ser utilizados para hablar.

 

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