La pintura como expresión de la vida cotidiana del ser humano ha estado presentado desde la prehistoria. Numerosas son las representaciones pictóricas que han llegado hasta nuestros días, las más famosas y conocidas son quizás las pinturas rupestres de la cueva de Altamira en Santillana del Mar (Santander), si bien en el año 1998 se incluyó el arte rupestre del arco mediterráneo de la península ibérica (ARAMPI) como bien integrante en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO “por ser el conjunto más grande de pinturas rupestres de toda Europa y constituir una imagen excepcional de la evolución cultural de la humanidad”. La declaración afecta a 757 yacimientos peninsulares, 60 de los cuales se localizan en Cataluña, entre los que se pueden citar los yacimientos Cova de l’Escoda, Cova del Racó d’en Perdigó, Balma d’en Roc y Cova d’en Carles, Abric de les Llibreres, Mas d´en Llort, el Portell de les letres y Mas d´en Ramon d´en Bessó, El Montsai, las cuevas del Apotecari, Capçanes, Cabraifeixet, L`Albi, Els Vilasos…
La palabra rupestre procede del latín ‘rupes’, que significa roca. Teniendo en cuenta el significado de esta nomenclatura, entonces, se entiende por arte rupestre el conjunto de manifestaciones artísticas realizadas sobre roca mediante dibujos, pinturas o grabados. Algunos de estos dibujos fueron realizados al picar la superficie de la pared con un golpeteo constante con otro instrumento como una piedra más dura, pero también se realizaron otras grabaciones mediante el rayado de la superficie a diferentes profundidades.
El material utilizado era la materia prima disponible a su alcance, como el carbón vegetal, que una vez recogido se trituraba muy fino hasta convertirlo en polvo, para luego mezclarlo con grasa animal, resultando lo que actualmente se conoce como pigmento. Otros pigmentos utilizados eran compuestos minerales como la hematita, la arcilla o el óxido de manganeso, con los que se conseguían colores como el negro, ocre, rojo, amarillo o verde. Aunque, por lo general, se empleaban uno o dos colores, siendo el rojo el más frecuente o incluso realizaban distintas mezclas de pigmentos. Otros materiales utilizados eran la sangre animal, la saliva y los desechos corporales como las heces mezcladas con un aglutinante orgánico como la resina o grasa animal, para aumentar su fijación.
El principal instrumento utilizado para pintar eran las manos o un pincel realizado a mano con una rama, si bien el hombre del paleolítico también podía utilizar otros medios a su alcance como instrumentos como, por ejemplo:
- Trozos de armas de árbol, ramas quemadas y bolas de pigmento y resina para dibujar.
- Pinceles realizados con pelo animal para conseguir trazos finos o pintar grandes superficies.
- Cañas huecas con las que soplar la pintura a modo de aerógrafo.
- Huesos de pájaros.
- Conchas marinas, utilizadas como paletas.
- Pedazos de cuero.
- Para contornear la figura, se servían de un buril de sílex.
Las primeras pinturas de las cuevas eran dibujos lineales, aunque pronto intuyeron que aprovechando los salientes de las paredes podían proporcionarles volumen y dimensión a sus dibujos.
Los artistas rupestres inventaron los métodos y materiales artísticos que seguimos utilizando hoy en día, tal y como nos reconocen nuestros amigos de ArteSpray, quienes trabajan en el día a día con este tipo de productos y los conocen de primera mano. Así, actualmente la forma de presentación los productos se han racionalizado y se han colocado en tubos de pintura o en barras, si bien el material para formar la pintura sigue necesitando hoy en día un aglutinante y minerales pulverizados o molidos.
La pintura española en el Siglo de Oro
El Siglo de Oro español, abarca aproximadamente desde el año 1492 a 1659, suponiendo el florecimiento de las artes en nuestro país, el desarrollo del estilo barroco y el culmen de la actividad pictórica, con pintores tan reseñables y destacables como Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán, José de Ribera, El Greco, Francisco Herrera el Viejo, Francisco Herrera el Mozo… y el principal exponente de la pintura española y universal de esta época Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, más conocido como Diego Velázquez, artista sevillano y pintor de la corte del rey Felipe IV. Su obra más importante, Las Meninas (un retrato de la familia real), se puede admirar actualmente en el Museo del Prado de Madrid, juntamente con otros cincuenta cuadros casi todos procedentes de la Colección Real, entre los cuales se encuentran El Triunfo de Baco o Los Borrachos, Cristo Crucificado, Las Lanzas o La Rendición de Breda, Felipe III, Felipe IV a caballo, Don Diego del Corral y Arellano, Sibila…